domingo, 1 de marzo de 2009

Iluminar el camino a casa


Según parece y debido a la crisis van a iluminar el camino que sube hasta el monasterio donde tengo mi morada junto a mi nieto el “Cristo amarrado, unos cuantos venerables franciscanos y algunos otros santos. Con motivo de esta noticia algunos feligreses andan discutiendo acerca o no de la bondad de la misma. Que si va a remediar el paro, que si no hacía falta y ese dinero bien pudiera emplearse en otras obras que generasen más riqueza... Vamos, lo de siempre entre los corazones de mis feligreses jumillanos, ahora azotados por la zozobra de la crisis. Por eso desde la experiencia y las muchas y profundas angustias compartidas con vuestros abuelos, bisabuelos, taratabuelos, etc. quiero llevar un rayo de esperanza a sus corazones. Mirad amados hijos, el arreglo de esta crisis es más profundo y largo que todo eso. Meditar un poco en lo que todos vosotros habéis hecho estos años atrás (ya se que no todos por igual), pero preguntaros acerca de los valores que vuestros padres os inculcaron, por el ritmo de vida que se ha disfrutado, por la alegría del dinero en vuestros bolsillos, por los caprichos que os disteis sin ser previsores en el ahorro. Preguntaros cada uno de vosotros en silencio por todo ello y responderos acerca de si es posible seguir así indefinidamente. Seguramente si de verdad hacéis ese examen de conciencia comenzaréis a ver la luz que os ayude a encontrar la salida a las cuitas que ahora os atormentan. En cuanto al camino iluminado, al carril bici que suba hasta mi casa bien está que se arregle, que sobre el puedan pasear además de vosotros mismos, vuestros hijos y los nietos venideros. A ver si así se animan y nos visitan más a menudo. El camino arreglado o no, nada aporta o quita a esta crisis que ya deberíais saber tiene otras causas. Arreglado al menos, evitara que alguien se rompa la crisma un buen día al bajar o subir a acompañar a mi nieto, favorecerá el que alguien atropelle a un ciclista o uno que baje a toda pastilla se lleve por delante a un viandante que sube descuidado en su marcha. Yo al menos, guardo la esperanza de que así alguno se acuerde de mi de tarde en tarde con más facilidad, y si se sube más, aunque sea a ver a mi nieto, mi corazón se llenará igual de gozo al veros entrar.

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